¿Estamos solos en el universo? Las misiones a Marte y más allá lo demostrarán este siglo

¿Estamos solos en el universo? Las misiones a Marte y más allá lo demostrarán este siglo

Descubrimiento del Rover Perseverance en Marte

La nave espacial Orión II de la NASA se ensambla en el Centro de Operaciones Neil Armstrong en el Centro Espacial Kennedy, en Titusville. En 2024, el rover Perseverance descubrió unas extrañas rocas en Marte que, tras más de un año de estudios, se anunciaron como la evidencia más clara encontrada hasta ahora de indicios de posible vida antigua en ese planeta. Sin embargo, para confirmarlo, será necesario examinarlas en la Tierra.

Mientras el Gobierno de Estados Unidos decide cómo y cuándo traer las muestras -no será antes de 2040-, otras misiones, como la europea Rosalind Franklin y la china Tianwen-3, se preparan para viajar a Marte en 2028 y acompañar esta carrera científica.

“La próxima generación de científicos tendrá la apasionante oportunidad de investigar si hubo vida en Marte”, comenta a EFE Jesús Martínez Frías, geólogo planetario y astrobiólogo del CSIC en el Instituto de Geociencias (IGEO). Además, estas exploraciones nos ayudarán a comprender cómo se originó la vida en la Tierra, algo aún no resuelto.

En busca de biofirmas

La humanidad ha enviado sondas durante décadas para buscar vida más allá de la Tierra porque “saber si estamos solos o no en el cosmos es, probablemente, una de las cuestiones más enigmáticas e interesantes de la humanidad”, opina Martínez Frías.

En la Tierra, las formas de vida conocidas se componen principalmente de seis elementos: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo. Por eso, estos son los elementos básicos que buscamos fuera de nuestro planeta, como “señales o indicios que nos permitan ir más allá e investigar su posible relación con la vida”.

Para establecer dicha conexión, es necesario que el lugar tenga o haya tenido “condiciones de habitabilidad”, es decir, elementos capaces de sustentar vida, apunta el presidente de la Red Española de Planetología y Astrobiología. Marte cumple con este criterio: durante varios cientos de millones de años, como la Tierra, tuvo agua, atmósfera y condiciones ambientales muy parecidas a las que hicieron posible la vida terrestre.

El geólogo planetario y astrobiólogo Jesús Martínez Frías

Por ello, Perseverance recogió rocas en Neretva Vallis, un canal localizado en la entrada del cráter Jezero, donde hace 3.800 millones de años fluía un río que depositaba sedimentos en un lago. Este lugar había sido cuidadosamente seleccionado para recoger muestras que “son como piezas de un puzzle que nos ayudan a comprender cómo ha sido la evolución del planeta”, explica Martínez Frías.

Tras un año de análisis multidisciplinario, un equipo internacional de científicos anunció que habían encontrado “una posible biofirma”, es decir, “probables señales de la acción de microorganismos que quedó plasmada en las rocas en forma de huellas de su actividad”, explica el astrobiólogo, quien además es coautor del estudio publicado en la revista Nature.

Las muestras contenían pequeños nódulos de minerales, con frentes de reacción química, enriquecidos con sulfuro de hierro y fosfato de hierro, que en la Tierra se asocian a la descomposición de materia orgánica. Estos minerales podrían haber sido originados por procesos autigénicos (en el interior del antiguo sedimento arcilloso) con la participación de microorganismos capaces de utilizar el hierro o sulfato, como ocurre en ciertos lugares de la Tierra.

— IGEO (CSIC-UCM) (@IGeociencias) 16 de septiembre de 2025

Sin embargo, esta mezcla de minerales también podría haberse formado en procesos químicos sin la intervención de seres vivos, es decir, de manera “abiótica”, advierte Martínez Frías.

Entonces, ¿por qué son especiales? Porque contienen una asociación de minerales con texturas muy peculiares y carbono orgánico, “una combinación de características únicas e inéditas completamente diferentes a las rocas recogidas por Curiosity, Opportunity o Spirit, y distintas de los meteoritos marcianos, todo ello en un contexto de habitabilidad en el antiguo Marte acuoso”, resume Martínez Frías.

“Son, sin duda, la posible biofirma más clara hallada hasta ahora”, subraya el geólogo planetario.

Para determinar si realmente son “biofirmas”, las muestras deben ser analizadas en la Tierra. No obstante, la misión de la NASA y la Agencia Espacial Europea que debía traerlas está en suspenso desde la llegada de Donald Trump al gobierno estadounidense. El rover Rosalind Franklin, equipado con un perforador de 2 metros, y la sonda china Tianwen-3, que traerá las muestras a la Tierra en 2031, podrían corroborarlo antes.

Antecedentes

La pieza más grande de Marte en la Tierra se exhibe como parte de la serie de subastas 'Geek Week' de Sotheby's en su casa de subastas en Nueva York

Hasta ahora, la roca considerada como una posible evidencia de vida pasada en Marte fue el meteorito ALH 84001, descubierto en 1984 en Allan Hills, Antártida, pero “hoy por hoy está casi descartada” y se cree que esos indicios fueron generados de manera abiótica, explica el astrobiólogo.

Antes de Perseverance, otras misiones hicieron pensar que podría haber vida microbiana en Marte. En 1976, la sonda Viking encontró una reacción química que, en su momento, se atribuyó a microorganismos. En 2018, Curiosity halló compuestos orgánicos preservados en lutitas (rocas sedimentarias) que, sin embargo, podrían haber llegado al planeta en algún meteorito (se estima que cada día caen entre 70 y 100 toneladas en la Tierra y Marte).

“Esos meteoritos llamados condritas carbonáceas son ricos en compuestos orgánicos y tienen aminoácidos, azúcares, entre otros, e incluso pueden contener bases nitrogenadas, que son los ladrillos fundamentales del ADN”, pero en realidad, ni siquiera son marcianos, puntualiza Martínez Frías.

Más allá de Marte

Marte no es el único candidato. Hay otros mundos que podrían albergar vida y, para buscarla, ya se han proyectado misiones a las lunas de Júpiter (Europa) y de Saturno (Encélado y Titán), así como al planeta Venus.

<p“Las más interesantes son las lunas heladas Europa y Encélado. Ambas tienen un ambiente de habitabilidad, agua líquida, energía y son cuerpos geológicamente vivos donde es más plausible que la vida haya podido emerger”, apunta Martínez Frías.

Para estudiar el océano salado de Europa, la NASA enviará en 2030 la misión Clipper, que sobrevolará la luna unas cincuenta veces. Para 2040, la Agencia Espacial Europea prepara una misión para estudiar los espectaculares géiseres que emanan al espacio desde el océano de Encélado, donde se ha detectado abundancia de fósforo, un nutriente esencial para la vida.

También en la década de 2030, la nave Dragonfly de la NASA llegará a Titán para estudiar su atmósfera, rica en compuestos orgánicos y con condiciones “muy inusuales” que permitirán investigar la química prebiológica.

“Investigar estos lugares es apasionante”, y “si la vida ha emergido en otro planeta o luna de nuestro sistema solar, estoy convencido de que seremos capaces de detectarla en este siglo”, concluye el astrobiólogo.

FUENTE

Redaccion

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